EL OBJETO CAPITAL DE LA VIDA HUMANA de RODOLFO WALDO TRINE








Después de la suprema causa eficiente del Universo, la cual hemos reconocido que es Dios, el espíritu de infinita vida, anterior a todo y de quien todo procede, nos permitiremos inquirir cuál es el objeto primordial de la vida humana. Cuestión que, después de lo expuesto, casi se resuelve por sí misma.

El objeto capital de la vida humana es lograr la consciente y positiva efectividad de nuestra unión con Dios y abrir completamente nuestro ser a su divino flujo. Este es el objeto capital de la vida humana en el que todo otro se encierra y del que todo otro se deriva. En el grado en que logremos la consciente efectividad de nuestra unión con Dios y abramos nuestro ser a su divino flujo, se manifestarán en nosotros las cualidades y potencias de la vida infinita.

¿Qué significa esto? Sencillamente que reconocemos nuestra verdadera identidad, que ponemos nuestra vida en armonía con las leyes y fuerzas del Universo y que abrimos nuestro ser a la suprema inspiración, como según demuestra la historia del mundo hicieron los profetas, videntes, filósofos, salvadores, mesías y todos los hombres de magno y fortalecido ánimo. En el grado en que lleguemos a realizar nuestra unión con Dios, lograremos que el poder divino obre y se manifieste en nosotros. Pero si a causa de la ignorancia nos alejamos del supremo poder de Dios, como generalmente sucede, impediremos que se manifieste en nosotros.

También podemos cerrarnos a propósito a su actuación, privándonos de esta manera de facultades de que por la verdadera naturaleza de nuestro ser somos legítimos herederos. En cambio, en tan alto grado pudiéramos llegar a la unión de nuestro ser con Dios y tan completamente abrirnos a su divino flujo y a la acción de sus fuerzas, inspiraciones y potencias, que llegáramos a un nivel superior al de la generalidad de los hombres.

¿Y qué es un hombre superior? Aquel en quien sin dejar de ser hombre se manifiesta el poder de Dios. No hay límites para un hombre de esta condición, porque los únicos que pudiera tener son los que él mismo se trazara.

La ignorancia es el más poderoso factor de estos límites en la mayoría del linaje humano, y así el vulgo continúa viviendo mezquina y desmedradamente porque desconoce la alta vida de que son herederos y la identidad de su verdadera naturaleza. El género humano ignora todavía que la esencia del Yo dimana de la vida de Dios. Por vicio de ignorancia no se ha abierto al divino flujo ni ha sabido trazar el cauce por donde fluya el infinito poder. Mientras sólo nos conozcamos nosotros mismos como hombres, sólo tendremos poder humano. Cuando nos convenzamos de la divina esencia de nuestra alma, en el grado en que abramos nuestro ser al divino flujo nos acercaremos a Dios.


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