LOS CUATRO ELEMENTOS








Con el término “elemental” se designa en latín los cuatro principios básicos del ser y de la vida. Son valores primordiales que determinan la materia en este mundo. Son los componentes de toda manifestación tangible y empíricamente visible de la realidad.










EL AGUA


Todo lo que vive tiene su origen en el agua, por lo que nada negativo puede desprenderse de esta. En las ceremonias rituales, su poder se manifiesta como elemento purificador y regenerador. En particular, bajo la concepción judeocristiana, el agua es un don del cielo, como ya lo anuncia con claridad el segundo versículo del Génesis bíblico, en la Vulgata… ”et spiritus Dei ferebatur super aquas.”; o en castellano, según dice la versión bíblica del Génesis en Reina-Valera 1909,… ”Dios se movía sobre la haz de las aguas”, entendiéndose que el espíritu de Dios se cernía sobre las aguas, o bien que este espíritu era con las aguas. Más adelante en el texto hay una separación de las aguas de arriba y las de abajo, cuando señala el texto bíblico en Génesis (1, 6-7) según la versión de la Vulgata, ya en el segundo día… ”Fiat firmamentum in medio aquarum: et dividat aquas ab aquis. Et fecit Deus firmamentum, divisitque aquas, quae erant sub firmamento, ab his, quae erant super firmamentum. Et factum est ita.” y que según Reina-Valera 1909 indica, en los mismos versículos… “Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y apartó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión: y fue así.” todo lo cual, comporta al hombre, la idea de que la lluvia y el rocío son aguas que vienen de arriba, de la expansión y por tanto, imbuidas del contacto con lo divino, por lo que son aptas para la magia, mientras que por este mismo hecho, las aguas de abajo, mares, lagos, ríos y en general toda aguas densas, se consideran generadoras de vida, pues ellas disparan, en la materia, la fuerza vital de la germinación, o lo que es lo mismo, poseen el potencial de la germinación en ellas.

Así se deducen dos niveles simbólicos de las agua ritualizadas: uno purificador, que detenta principalmente un papel mágico/ritual, y otro, taumatúrgico, que posee una función más directa, relacionada con una exigencia material. Puede leerse este segundo nivel de forma totalmente laica, perdiendo así todo contacto con lo divino, adquiriendo un interés práctico de base. Así se explica en los mitos diversos, las fuentes de la vida, de la juventud, de la sabiduría, etc, en las que el agua es un elemento más bien reparador, usado para recuperar energía física pérdida, o exacerbar capacidades aletargadas, lo cual es coherente con el planteamiento de que estas poseen el potencial germinador en ellas, ya que estimulan el crecimiento o la activación de poderes o potencias y limpian todo aquello que no es armónico con ese poder germinador.

Visto así, el agua adquiere un papel fundamental, como hemos podido ver en las escrituras bíblicas, pues es el único elemento cuyo nombre es dado explícitamente y casi de inmediato en el comienzo de los textos bíblicos. Curioso para mi resulta el hecho de que la divinidad, en el texto no señala la creación del agua, de hecho, todos los otros elementos son creados, vale decir, el cielo y la tierra, y la luz misma. El primero en representación del aire y el último del fuego; sin embargo, el agua es manipulada directamente, no parece haberse creado, pareciera estar allí desde siempre y es manipulada por la voluntad divina. Observe el lector que todos los elementos se crean en los 10 primeros versículos del génesis bíblico, a excepción del agua que ya, desde el segundo versículo, inmediatamente después de la creación del cielo y la tierra, está allí, siendo manipulada por Dios, de alguna manera.

EL AIRE


Asociado a la respiración, al aliento, aliento vital que anima a todas las criaturas, representado entre el cielo y la tierra, es un mundo ligero y sutil: Se entiende el aire como la respiración cósmica que flota sobre las aguas primordiales y que la divinidad, insufla al hombre manifestado, para darle vida. Si el agua lleva consigo la capacidad de germinar, el aire es la vida misma, pues este permite la animación de la materia. Es innegable que la respiración es una función que se hace indispensable para la vida, incluso en muchas culturas, los mitos se cargan de historias en las que el aire es un arma contra enemigos. Desde el aliento nace la palabra y viaja a través del aire cuando esta se comparte.

Visto así, el aire es un elemento comunicante que conecta a los seres vivos. Es indudable también que el aire es el elemento por excelencia de la cultura, aun cuando todos los otros elementos, siendo como son, partes fundamentales de la manifestación, intervienen también en la cultura; puede decirse que, el aire es el elemento por excelencia que la expande y la hace fortalecerse a través de la palabra.

El poder del aire como elemento es indiscutible, pues a través del aliento se da anima y a través de él, el hombre es capaz de manifestar las ideas y compartirlas con otros usando el lenguaje. Sutil e invisible, sólo podemos percibirlo cuando de alguna manera nos golpea, en forma de viento o transportando partículas, haciéndose perceptible por los aromas. El aire así expuesto, necesita de propiedades físicas para que pueda entrar en contacto con el hombre, propiedades estas que, estando presentes en la materia, lo intervienen y lo hacen manifestación posible en este mundo manifestado.

Más allá de la visión material y positivista que nos refiere a las características y propiedades físicas del aire, este es un elemento que transporta, transfiere y por tanto nos da la conciencia del colectivo. Cuando el hombre quiere compartir con el universo las ideas que fluyen de su interior, las transforma en lenguaje y las lanza al aire, una vez allí, estas ideas se vuelven incontroladas por el individuo y pasan a ser propiedad de quien las recibe. Se puede entonces decir, que lo que el hombre lanza al aire, debe entenderlo como un despojo que ya nunca más volverá de la forma en que se fue, por lo cual el aire también es un elemento que facilita la transmutación.

Tal como el agua que posee dos fuentes, como todo en el mundo manifestado, el aire posee dos fuentes y tal como hay unas aguas de arriba y unas de abajo; hay también aire de afuera y aire de adentro, entendiendo como aire interior aquel que procede del aliento del hombre y aire de afuera al que procede del aliento divino, el primero residuo de lo heredado del segundo, pues el aliento del hombre no es más que la herencia del aliento divino primordial que le fue dado en su creación.

LA TIERRA


La tierra es el cuerpo de la gran madre. De ella ha sido creada la efímera existencia del hombre y al terminar su tiempo a ella ha de volver. Por ello la tierra está fuertemente vinculada al seno materno. Si el agua y el aire germinaron y dieron anima a la vida, este elemento la sostiene. En algunas tribus africanas, cuando las mujeres se dan cuenta de que están embarazadas, comen tierra y son las mujeres las que tienen la función de sembrar para que las cosechas sean mejores.

Así como el aire fue transporte para la palabra hablada, la tierra lo es para la lengua escrita, por ello la piedra siempre ha estado presente, ya que se entiende como material eterno, que sobrevive al hombre, por lo que representa la longevidad, de hecho representa la inmortalidad de la materia primordial. De lo anterior, la piedra representa la expresión simbólica, la manifestación del símbolo. Si el lenguaje hablado usa como medio el aire, la tierra, representada en la piedra, el medio del lenguaje escrito.

De la misma manera que los otros elementos hay una tierra que viene de arriba y una que viene de abajo y cada una de ellas tiene propiedades alquímicas y esotéricas propias que las hace diferentes. La tierra que viene de arriba, no es otra que el polvo que proviene de las estrellas, meteoros, centellas y demás partículas que caen del cielo, son por tanto tierra de arriba y se le atribuyen, al igual que el aire y el agua que vienen de arriba, propiedades mágicas, pues se consideran provenientes de la divinidad. Particular interés tiene aquí el comentario de que, como lo señalan las escrituras, fuimos hechos de tierra y agua (barro), por lo cual a nuestra muerte volveremos a la tierra, en forma de despojos humanos. Pareciera que somos un intento de la tierra de ascender, pero condenados irremediablemente a caer nuevamente, dada nuestra temporalidad en esta existencia. Por su parte, la tierra de abajo proviene de las profundidades, como es el caso de el magma volcánico, al brotar en forma de lava y cenizas y posarse sobre la superficie, no es casual entonces que esta tierra posea la fuerza del fuego y la vitalidad del agua, pues de alguna forma ella al salir se ha mezclado con estos dos elementos, lo que la convierte en tierra altamente fértil y benéfica.

Dice la Vulgata en su versión del Génisis (1,1)… “In principio creavit Deus caelum et terram.” o bien según dice Reina-Valera 1909 en el Génesis (1,1) donde se lee… “En el principio crió Dios los cielos y la tierra” de manera que, la tierra es uno de los dos primeros elementos que crea la divinidad en el ejercicio de la creación del universo manifestado. Note el lector que lo que el versículo indica es además una forma de definir los límites de lo manifestado, expresando que Dios lo que hace, en esta primera forma de emanación de la materia, es crear lo sutil y lo denso, los extremos de la materia, lo cual se corresponde con la expresión popular de que… “todo sucede entre el cielo y la tierra”. Pero más adelante en el texto, vemos como lo denso (la tierra) aparece como la seca al ser reunidas las aguas de abajo, durante el proceso de ordenamiento y así claramente se separan estos elementos en la creación.

EL FUEGO


El fuego ocupa un lugar importante en nuestro imaginario: su patrimonio simbólico está profundamente arraigado en cada uno de nosotros, procedente de recuerdos ancestrales que han dado forma a un lenguaje simbólico que nunca se ha apagado. El dominio del fuego es una capacidad exclusiva del ser humano y además fue lo que determinó el salto cualitativo, que nos diferenció del resto de los animales. Sus enormes repercusiones en el ámbito de la cultura, son innegables, pues desarrolló enormemente la agricultura y la ganadería, permitiendo al ser humano hacerse más sedentario. Abrió la posibilidad de más horas de luz y con ello mayor tiempo para el trabajo, al igual que brindó calor necesario en los tiempos fríos. Permitió al hombre dominar los metales y con ello la fabricación de herramientas más eficientes.

No extraña así que el fuego sea tan importante en la mitología humana. Al igual que el agua, el fuego también es descrito como dual, pues hay fuegos de arriba, que provienen del cielo, como el caso del rayo el relámpago; y fuego que viene de abajo, del centro de la tierra, como el caso del fuego volcánico. Mitológicamente, el primero es dado por Zeus, a través del rayo y el segundo es dado por Vulcano, de lo profundo de la tierra. El fuego también es el elemento que representa la sabiduría, en alusión clara de que, el que lo domina tiene mayores capacidades. Es el fuego, el más sutil de los elementos, siendo por tanto hijo del sol, el fuego en las tradiciones se usa como comunicador con la divinidad; pues el hombre supone que la capacidad de consumir los materiales, convirtiéndolos en humo y cenizas; hace que en el humo ascendente, se transporte hacia arriba la esencia de lo que se quema, dejando en sus cenizas todo lo que no es sublimable y por tanto perteneciente a la tierra. Así el hombre comprende el fuego, como una suerte de separador, o destilador de esencias sutiles y esencias densas, donde una parte es liberada para su ascenso y la otra devuelta a la tierra de dónde provino originalmente. El fuego también es capaz de fusionar, mediante la fundición, junta los materiales, haciéndose capaz de unir las características de estos en el material resultante. No extraña entonces que sea uno de los elementos mágicos predilectos, ya que es capaz de ayudar al hombre en el moldeado de materiales para fines mágicos.

Resulta interesante percibir que mientras que el resto de los elementos tienen procedencia divina igual para ambas formas, es decir, el aire de arriba es producto del aliento divino y el aire de abajo producto del aliento humano, pero herencia de ese aire primordial, el agua de arriba proviene del contacto con la divinidad y el agua de abajo es reunión de esta agua proveniente de lo divino, la tierra de arriba proviene del polvo cósmico y la tierra de abajo es más bien, producto de movimientos y fusiones de esta tierra primordial; el fuego, tiene su origen claramente definido por dos deidades diferentes; Zeus es portador del rayo, el fuego que viene de arriba y Vulcano el dador del fuego de abajo y así en este caso, ambos tienen orígenes diferentes, quizá por ello son comunicadores con los dioses, ya que de ellos nos ha sido dado y a ellos debe volver.

En el ámbito humano, herrero y alquimista manipulan esta dualidad del fuego, el uno trabaja con el fuego de Vulcano y el otro el fuego de Zeus. Para el primero el manejo del fuego es un oficio, para el otro una ciencia. Tubalcain, descendiente de Caín es un maestro herrero, ya en el génesis mismo bíblico, este maestro herrero era instructor para todo amolador de cobre y hierro. Sus descendientes, los herreros, son poseedores por herencia de los secretos de la forja de los metales, pues a través de ellos, son capaces de transformar los materiales en formas definidas y darles atributos mágicos, son prueba de ello las innumerables armas, en particular espadas producto del trabajo de templado, a las que se les atribuyen propiedades mágicas en la mitología.

La fuerza atávica de la espada, trabajada en la forja por el herrero, ya sea este dios, gnomo, demonio o hombre, se halla entre la hoja y la guarnición, acomodándose así al emblema de la cruz, que en su verticalidad representa lo divino y su horizontalidad lo terrenal, siendo donde se cruzan ambos ejes lo sagrado, por ser junta de lo divino y lo humano, equivalente a decir que es el todo. En la guarnición se representa lo sagrado y por ello en ella se ubican las reliquias santas, para que la mano del guerrero esté en contacto con lo sagrado y tome de allí la fuerza necesaria para el uso del arma con fines nobles. La hoja por su parte proviene del fuego, de la forja que es equivalente al infierno, por lo que es emblema del castigo que sufrirán aquellos que no se someten al verbo.

Así en definitiva, hemos dado una visión muy básica de cómo se comportan los cuatro elementos que configuran todo lo que de alguna manera está en el mundo manifestado, lo cual es una guía intuitiva de cómo estos elementos se usan para la gestación, vitalización, comunicación y conexión, entre el mundo manifestado y el mundo sutil.

El uso, que de estos elementos, pueda el hombre hacer, dependerá siempre de la comprensión que este tenga, de su esencia natural y de su razón de existencia, haciéndose capaz así de ser mago y alquimista, para ir descubriendo los misterios insondables del mundo, tomando conciencia de lo importante que es, para este, señorear sobre todo lo manifestado, pues esta fue la razón inicial que la divinidad tubo al crearlo a su imagen y semejanza.




En las organizaciones iniciáticas, un factor común de las iniciaciones es el paso por los cuatro elementos, normalmente del más denso al más sutil, quizá en clara alusión al ascenso del hombre hasta niveles superiores del ser, se inicia comúnmente con un retorno a la tierra, facilitado por una caverna donde el hombre en proceso de iniciación, encontrándose en soledad consigo mismo, puede iniciar su mirada interior, el paso siguiente a la caverna es su salida y el contacto con el elemento que lógicamente lo recibe al salir, que no es otro que el aire, representando un nuevo contacto con el aliento divino y por tanto una suerte de renacimiento, donde el iniciado comienza a tomar conciencia de este, ya no está solo es parte de un colectivo y percibe la posibilidad del lenguaje y la comunicación con sus semejantes, una vez hecho consciente, de su interior y del colectivo, el siguiente elemento es el agua, elemento este que lo limpia y lo prepara para el ascenso ritual, para finalmente llegar al fuego, elemento este de máxima sutilización y además portador de la herencia de haber sido dado al hombre para la labor de dominar los materiales y con ello la posibilidad del contacto con la divinidad.


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Extraído




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