SHri Samartha Siddharameshwar Maharaj nació en agosto del
1888 en Pathri, un pueblecito del distrito de Sholapur, en la India. Seis días
antes de su nacimiento, el sabio Siddheshwar visitó en sueños a su abuela, a la
que le anunció que el niño era su reencarnación. Le pidió que llamara al niño
Siddheshwar y le declaró que un día este niño llegaría a ser un gran sabio. Así
pues fue llamado “Sidharamappa”, conocido más tarde bajo el nombre de
“Siddharameshwar Maharaj”.
Desde su infancia, fue un niño de espíritu muy vivo y dotado
de una gran capacidad de comprensión. Abandona muy pronto los pupitres de la
escuela para hacerse contable, a pesar de su juventud (16 años), de una empresa
de Bijapur, que pertenecía a la comunidad de los Marwadi. Su trabajo honesto y
su sentido de la responsabilidad le hicieron ganar una buena reputación. Se
instaló en Bijapur donde encuentra a su maestro, Shrî Bhausaheb Maharaj, el
cual había comenzado en 1885 la construcción de un monasterio en el pueblo de
Inchgiri (estado de Karnataka).
De acuerdo con el estilo de vida y las capacidades de
comprensión de sus contemporáneos, Shrî Bhausaheb Maharaj no enseñaba a sus
discípulos más que un solo método para alcanzar la Realidad última: la
meditación. En la filosofía hindú, la meditación se llama “pilipika marg” o
“camino de la hormiga”, ya que es un largo camino que conduce a la Realidad
suprema.
Después de la muerte de Shrî Bhausaheb Maharaj en 1914, Shrî
Siddharameshwar Maharaj meditó sobre la enseñanza de su maestro. En 1918
renunció al mundo y se une a cuatro condiscípulos para transmitirlas enseñanzas
de su maestro. En 1920 siente que se podía superar la fase de la meditación, ya
que esta no era más que un primer paso en el camino de la Realidad. Sus
condiscípulos le mostraron su desacuerdo, afirmando que Shrî Bhausaheb Maharaj
no les había enseñado eso. “Es verdad”, les dijo “pero ¿No podemos ir nosotros
más lejos?” Decidió, pues, emprender solo ese difícil camino y volvió a su casa
de Bijapur. Se instaló en una terraza y, sentado en un viejo cañón, meditó sin
interrupción durante nueve meses. No tenía otra alternativa para alcanzar su
meta, su maestro no le había enseñado más que la meditación. Por la gracia de
su maestro, sus esfuerzos no fueron en vano y enseguida comenzó a enseñar que
se puede alcanzar la meta suprema por medio del “vihangam marg” o “camino del
pájaro”, que quiere decir por medio de la reflexión mental. Es a través del
mental que la ignorancia nos es transmitida de generación en generación, por
tanto no es sino escuchando y practicando las enseñanzas del maestro y por
medio de la reflexión profunda cómo se alcanza la Realidad suprema, y cómo un
pájaro que vuela de árbol en árbol, el buscador alcanzará rápidamente su meta.
Es el camino más corto hacia el despertar.
Sea cual sea el método (meditación o conocimiento), el grado
a alcanzar es el de “laya”, es decir la disolución en el Ser. La ignorancia se
produce por medio de los pensamientos, pero si los pensamientos se concentran
en la Realidad, se puede alcanzar la Realidad última. Siddharameshwar Maharaj
se esforzó sin tregua en alcanzar la Realidad. “Alcanzaré la meta incluso al
precio de mi vida” decía, y por la gracia de su maestro, llegó a la realización
del ser.
Luego enseñó “el camino del pájaro” a sus discípulos, es
decir el camino del pensamiento. Este método consiste, en primer lugar, en
exponer el conocimiento de la Realidad. Luego se pide al discípulo que renuncie
al mundo, después que renuncie a la renunciación. A continuación, el
conocimiento supremo (vignyana) le es desvelado.
Siddharameshwar Maharaj enseñaba con un lenguaje muy
sencillo, sirviéndose de ejemplos de la vida cotidiana, pues para él,
“parmatha” o la comprensión de la Realidad debía de ser explicada con
sencillez, utilizando un vocabulario accesible a todos. Enseñó desde 1925 hasta
1936 y murió el 9 de noviembre del 1936 en Bombay después de haber dado la
plena comprensión a sus discípulos.
Así pues, este libro es “La llave de la realización del
ser”. Él no explica más que uno de los caminos que conducen a la Realidad final
que implica, en primer lugar, que comprendamos que somos los diferentes cuerpos
o velos, y después que el orgullo engendrado por el conocimiento debe de ser
disuelto en la Realidad (“laya” o absorción).
Shrî Dattatray Dharmayya Poredi ha desarrollado uno de los
discursos de Shrî Siddharameshwar Maharaj, titulado “La llave de la realización
del ser”. Discípulo de Siddharameshwar Maharaj, vivió en Sholapur (estado de
Maharastra) y escribió numerosos poemas sobre el conocimiento enseñado por su
maestro.
Escrito en Marathi, “La llave de la realización del ser” ha
sido traducido al inglés por el doctor Damayanti Dungaji, discípulo de
Nisargadatta Maharaj, cuyo maestro era, igualmente, Siddharameshwar Maharaj.
Las enseñanza de Siddharameshwar Maharaj, expuestas de una
manera sencilla y progresiva, han sido publicadas en marathi bajo el título de
“Amrut Laya” (Absorción del néctar). La traducción inglesa de este libro está
en camino y pronto será publicado.
Capítulo I
LA IMPORTANCIA DEL CONOCIMIENTO DEL SI
Saludamos, primero, a Shrî Ganesh, luego a Shrî Sarasvati y por último al Maestro(Sadguru). ¿Por qué razón? ¿Acaso un cambio en el orden del saludo reverencial sería una fuente de confusión? Así es, esto produciría confusión, pues Shrî Ganesh es la divinidad de la meditación y de la contemplación, Shrî Sarasvati es la divinidad de la palabra. Con la ayuda de estas dos divinidades, la divinidad que crece en el corazón del discípulo no es otra que el Sadguru bajo la forma de la luz del Sí. El estudio de los textos nos revela el sujeto y no es más que cuando él es bien comprendido que la gracia del Si nos es concedida. Sin embargo, el discípulo no puede alcanzar su meta solo estudiando los textos, también debe de venerar a la vez a Shrî Ganesh y a Shrî Sarasvati.
Habiendo realizado el secreto del principio enunciado por
los sabios, que dice: “En primer lugar ver la manifestación, luego alabar el
Vedanta, después la voz debe de cantar la mantra (el nombre sutil) para que su
sentido se imprima en el interior”, el Maestro explica primero el sujeto, luego
indica sus características que después son examinadas detalladamente.
En nuestros días, en la mayor parte de las escuelas, para
enseñar algo a los niños, se les pone en las manos el objeto y luego se les dice: “Este es el
objeto”. Es lo que se llama el método kindergarten, es decir, el aprendizaje
directo. De igual forma, el método del
Maestro consiste primero en dar al discípulo, de forma verbal la idea de
la Realidad (mantra), antes de darle las enseñanzas necesarias para que su
espíritu se impregne de su significación. El discípulo alcanzará resultados con
este método de la tradición del Maestro.
Cuando el Maestro expone la verdad (el sujeto tratado), un
discípulo de inteligencia ordinaria comprende la esencia de sus palabras y de
su enseñanza. Pero la dificultad principal consiste en realizar lo que ha
comprendido intelectualmente. El discípulo comprende lo que es el Atman, pero
la duda puede persistir en su espíritu: “¿Cómo puedo ser yo el Alma o el Si?” Y
mientras que el mental permanezca en la duda y el escepticismo, se puede decir
que existe comprensión intelectual pero no realización. La solución está en la
práctica y el estudio asiduo de la mantra, pues no puede haber impregnación más
que si el estudio es constante.
Los cuadernos de caligrafía proponen unos modelos de letras
muy bonitas, pero no podemos reproducirlas de la misma manera. No obstante, si
nos ejercitamos con constancia, pronto podremos hacer letras muy bonitas sin
esfuerzo. Se puede uno preguntar durante cuánto tiempo se debe practicar para
que esto de fruto. El estudio y la práctica deben de perseguirse asiduamente,
en función de la capacidad de cada uno, hasta la plena comprensión.
Se puede decir, que en general, un hombre de inteligencia
ordinaria puede comprender una cosa después de dos o tres explicaciones. Si la
repite diez o veinte veces se vuelve algo familiar, después de cien veces, es
una costumbre y después de mil veces, esta se vuelve inherente a su naturaleza.
Las fibras del yute, por ejemplo, son tan delicadas y tan finas que se
dispersan en todos los sentidos al menor golpe de viento, pero si están
trenzadas, forman una cuerda tan sólida que puede servir para atar un elefante
a una piqueta. El estudio y la práctica juntos, son iguales de poderosos.
Es verdad, en efecto, que Parabrahman es omnipresente y
siempre libre, pero a causa de las prácticas y estudios erróneos en nuestras
sucesivas vidas, el mental se ha hecho tan fuerte en nosotros, que ha hecho
prisionero al eternamente libre Brahman dentro del pensamiento de
identificación del cuerpo. Es el resultado sorprendente de una práctica
sostenida. “Todo lo que no es realizable, se vuelve realizable por medio de la
virtud del estudio, de la repetición, de la práctica”. Reconociendo esta
importancia, el discípulo debe de venerar a Ganesh y a Sarasvati, esto quiere
decir que él debe de realizarse a través de la meditación y el estudio profundo
de la Verdad que se le ha enseñado.
Antes de iniciar este estudio, el discípulo tendrá interés
en conocer varios puntos que tienen relación con este sujeto. ¿Por qué ha
aparecido en el hombre la ilusión “yo soy el cuerpo”? ¿Cuál es el estado del hombre al nacer?
¿Cómo ha desarrollado la idea de “yo y mío”?
¿Ha nacido libre de cualquier miedo? ¿Si no, cómo y por quién puede
liberarse de él? Es importante que el discípulo conozca las respuestas a todas
estas cuestiones.
Antes de nacer, el
ser humano estaba completamente acurrucado y aislado en el vientre de su madre,
luego se encuentra proyectado en un mundo ilimitado. Abre los ojos y mira a su
alrededor. A la vista de esta luz cegadora y de este espacio inmenso, parpadea
aturdido. “¿Dónde he llegado yo solo? ¿Quién me protegerá? ¿Qué me va a pasar?”
Estos son los temores que surgen en él y en cuanto nace, su primer golpe, él
llora. Para reconfortarlo se le da un poco de miel o de leche, entonces piensa
que todo va bien, ya que hay alguien que lo cuida. Pero este primer miedo queda
tan aferrado en su siquismo, que se estremece al menor ruido, luego se calma de
nuevo cuando mama del pecho de su madre. La vida de este ser humano depende
enteramente del cuidado que recibe de sus padres.
Cuando crece, sus padres y profesores le enseñan las cosas
del mundo. En la escuela aprende: la ciencia física, la geografía, la geometría
y la geología, pero todos estos conocimientos no tienen un valor real. Después
viene la fase de la juventud. Mira de nuevo a su alrededor buscando algo que lo
reconforte y, tal y cómo está preestablecido en el mundo, lo busca en el
matrimonio y el dinero. Está convencido que son las únicas cosas que sostienen
su vida, pero pierde el tiempo, dejándose acaparar cada vez más por el deseo de
renombre, de erudición, de poder y de autoridad.
Su mujer, sus riquezas, su estatuto social, la juventud y la
belleza son sus principales posesiones y todo su soporte. Está tan orgulloso de
sí mismo, que deja de lado el conocimiento de su naturaleza real. Cuando todas
estas posesiones desaparecen una a una, según la ley de la naturaleza, el
recuerdo del primer golpe surge a la superficie y totalmente quebrantado se
siente frustrado. Entonces le invade la angustia: ¿Qué haré ahora? ¿He perdido
todo lo que me sostenía, que me va a pasar?
Este ignorante no comprende que todas estas posesiones no
tenían más que una base sólida, que es su Sí, su hecho de ser. No es más que a
causa de eso, que el dinero tenía su valor, la mujer sus atractivos, el honor
su mérito y la autoridad su poder. “¡Hombre, tú existes antes que todas estas
riquezas de las que acabamos de hablar! ¿No es una paradoja el sentir que son
ellas quienes te sostienen?” Si, además, la suerte le es desfavorable, ¿Con qué
riman los actos de este hombre? Un poeta, observando el comportamiento absurdo
del ser humano, comparó las travesuras del mental a: “Un mono que se emborracha
y termina dejándose picar por un escorpión”. Este poeta pudo estar tentado
incluso a abandonar la escritura…
El acto de devoción del ateo consiste en alimentar su cuerpo
y su única liberación es la muerte del cuerpo. Aquél cuya única meta, en esta
vida, es la de alimentar su cuerpo, no podrá superar el cuerpo. ¡No hay nada
extraño en eso! Si, por mala suerte, este hombre pierde toda su fortuna, pedirá
dinero para continuar bebiendo y comiendo, y se declarará insolvente para
alejar a sus acreedores. Al final, cuando la muerte le golpea, muere como ha
venido. ¿Puede haber una tragedia peor? La mujer que complace a su marido
porque quiere ponerse un pendiente de oro en la nariz, no piensa en el Señor
que le ha dado una nariz para que ponga en ella un aro. De la misma manera,
¿Cómo podrían los seres humanos, que únicamente viven en el plano animal y no
ven más que el cuerpo como meta y fin, ver a Dios?
¡Aquél, cuyo poder ha dado vida al sol, a la luna y a los
dioses, ese Todo Poderoso que es el soporte de todo, que está presente en el
corazón de todos los seres, este se ha vuelto invisible para el hombre!
El hombre cuyos ojos son atraídos por el exterior, no ve más
que el exterior. Existe un sinónimo para “ojo” en marathi: aksha. “A” es la
primera letra del alfabeto, “ksha” es la antepenúltima. Eso quiere decir que,
lo que el ojo ve es lo que hay en el espacio entre estas dos letras. No le
informará más que de los objetos exteriores. Los objetos “groseros” serán
visualizados por el ojo grosero y lo sutil será captado por los sentidos que,
igualmente, son “groseros”. La letra que viene después de “ksha” es “gnya” que
significa “conocimiento” (gnyana). Este
conocimiento no puede ser “visto” ni por el ojo grosero (exterior), ni por el
ojo sutil del intelecto. Así pues se denomina al ojo por el sinónimo “aksha”.
Como el ojo, los otros órganos de los sentidos (oído,
olfato, tacto etc.) están dirigidos al exterior y existen debido a la fuerza de
los objetos exteriores. El rey del
Conocimiento, “Yo soy”, impregna los sentidos y parece concederles un valor
divino. Es a causa de esta exteriorización por lo que la evidencia de la
anterioridad de “Yo soy” sobre los sentidos, no llama la atención de nadie.
Durante numerosas vidas, el mental y el intelecto han adquirido la costumbre de
no ver más que el exterior y así se ha hecho difícil el volverse hacia el
interior. Este camino que se llama “el camino de vuelta”, o “dirección
inversa”, es el camino que siguen los sabios. Ellos se vuelven en dirección
opuesta y, observando el mental, abandonan todo apego a la visión exterior.
Cuando el hombre ordinario duerme, los sabios están despiertos y cuando está
despierto, los sabios se adormecen.
Todos los seres son extremadamente atentos a los objetos
exteriores y se han vuelto muy hábiles en el campo de esta conciencia. Los
sabios, al contrario, dan la espalda a las cosas exteriores y concentran toda
su atención en el Si, al cual el hombre ordinario es indiferente.
El que gana un millón de rupias se pregunta cómo doblar la
suma al día siguiente. Está obsesionado con la idea de adquirir cada vez más,
mientras que los sabios le aconsejan: “¡No sigas, hombre, no sigas! Caerás
dentro de un torbellino y esta ilusión (Maya) es un maremoto que se te
llevará”. El modernismo, que arrastra a este mundo dentro de su cortejo de
novedades incesante, forma el ciclón de la gran ilusión (maha Maya). Podéis
estar seguros de que caeréis prisioneros de él y nadie sabe a dónde puede ir a
parar el hombre atrapado por este ciclón. Cuando el sabio ve a este ser, cuya
atención está cogida por el movimiento de la modernidad, corriendo de aquí para
allá, luchando sin descanso, hace todo lo que puede por despertar el
conocimiento del Si en él. ¡Bendito sea el día en que el mundo salga de su
torpeza!
Un día, Ramdas y Toukaram se encontraron en riberas opuestas
de un río. Ramdas hizo primero un gesto a Toukaram preguntándole cuantos seres
había conducido al despertar en este mundo. Toukaran le respondió, igualmente,
haciendo un gesto, con el puño cerrado se tocó los labios, indicaba así que no
había encontrado a nadie interesado en el conocimiento del Sí. Después él
planteó la misma pregunta a Ramdas, que le respondió de la misma forma. Luego
cada uno siguió su camino. A pesar de esto, los santos, por compasión, siempre
han continuado su tarea. “¿Cómo puedo describir la dicha de los santos? Sin
descansar, ellos me arrancan del sueño.” Dijo Toukaram.
Los dos han abandonado su cuerpo, pero nos han dejado su
mensaje en los “ Abhangas” y el “Dasbodh”. Todas sus riquezas nos las han
legado en estos libros, y si alguien se declara su heredero se le darán esas
riquezas, pero antes deberá abandonar el nefasto deseo de riquezas mundanas.
Para estar preparado para avanzar por el camino interior, deberá, igualmente,
renunciar a todo lo que él cree que ha acabado o realizado, a todo lo que sea
querido en su corazón. Es la condición sine qua non de esta empresa. El hombre
está totalmente sumergido en el orgullo de cuerpo, de la posición social, de la
familia, del pertenecer a una comunidad, un país y todo lo que constituye su
naturaleza. Este orgullo mora en él, y hasta que no se libere de él, ¿Cómo
podrá considerarse un heredero de este tesoro que los santos han dejado? Este
tesoro pertenece a aquél en cuyo corazón existe un arrepentimiento sincero.
Aquél que se pregunta si podrá deshacerse de todo este orgullo acumulado
nacimiento tras nacimiento y que así ha llegado a ser su segunda naturaleza, no
debería inquietarse por si su arrepentimiento es sincero, pues el esclavo, que
toma consciencia de su estado, busca instantáneamente la vía de la liberación.
El esclavo satisfecho de su estado y que actúa para perpetuarlo, ni siquiera
puede pensar que exista la vía de la liberación.
Un hombre puede tener la suerte de comprender que la
ambición de superar al otro le hace retroceder. A partir de ese día entrevé el
otro camino indicado por los sabios y, sea cual sea su ritmo, avanza por esta
vía. Puede que el orgullo no lo deje de golpe, pero está determinado a
liberarse de él, el Señor infinitamente bueno no dejará de tenderle una mano
compasiva.
Aquél que se enorgullece de sus actos perversos puede poner
fin a esta tendencia cultivando la altivez que dan los actos justos. Así, por
medio de la práctica, pueden suprimirse todos los defectos. Se debe animar las
cualidades, pero no se deben apegarse a ellas, pues el orgullo que suscitan es
pernicioso y también debe de ser abandonado. Aquí puede surgir una duda: ¿Cómo
es que también debe uno desapegarse de las cualidades? ¿Después de todo, las
cualidades no son siempre buenas? “Querido discípulo, aunque sea preferible
tener cualidades antes que vicios o defectos, cuando se quiere alcanzar el
conocimiento del Sí, el hecho de tener cualidades apreciadas por el hombre es
cien veces peor.” Merecen ser rechazadas. “Mira como el hombre, aconsejado por
los sabios, se esfuerza en suprimir sus defectos a causa del sentimiento de
vergüenza que crean en la sociedad o en el espíritu de cada uno, pero aquél que
posee cualidades siempre es alabado en este mundo, esto le produce tanto
orgullo que le es muy difícil deshacerse de él.”
Mientras que es relativamente fácil abandonar toda
arrogancia en lo que concierne a los defectos, es diferente cuando se trata de
cualidades. A nadie le gusta admitir que ha cometido una falta, pero aquél que
ha alimentado a miles de personas, que ha visitado los lugares santos, creado
albergues para los peregrinos o rezado a Dios un millón de veces, está lleno de
un orgullo tan profundo, que le es casi imposible renunciar a él. Por medio del
arrepentimiento, el pecador pronto encuentra a su Maestro, mientras que aquél
que ha realizado actos meritorios es cubierto de tantos elogios que, por ellos,
pierde el camino hacia el Maestro.
Cuando se comprende esto, podemos sacar la conclusión de que
el orgullo concerniente a los defectos es tolerable, mientras que el que es
producido por las cualidades, se debe absolutamente evitar. Los dos son espinas
en el camino del conocimiento del Sí, y si nos sacamos una espina con la ayuda
de la otra que guardamos (el orgullo de las buenas acciones) en el bolsillo de
nuestra camisa, ¿No terminaremos clavándonosla en el pecho? Un ladrón puede
estar atado con cadenas de hierro y un rey con cadenas de oro, pero ¿significa
eso que el rey no es un prisionero? El hombre que tiene cadenas de hierro
estará agradecido a quién le libere,
mientras que el hombre que tiene cadenas de oro saltará a la garganta de aquél
que intente desatarlo, hará todo lo posible por conservar sus cadenas de oro.
¿Por qué razón? ¿Cuál es este enemigo que vuelve al hombre feliz en su
servidumbre? Es el orgullo del bien, de los actos meritorios, quien ahoga al
hombre, es su enemigo por excelencia, es él quien pone los obstáculos en su
camino espiritual. Es necesario renunciar a este orgullo, incluso si eso nos
exige un considerable esfuerzo, pues sin esta renuncia no podemos pretender
alcanzar el tesoro del conocimiento.
Es admitido que las riquezas de un hombre, descritas antes
(dinero, bonita esposa, posición social etc.), son el resultado de acciones
meritorias efectuadas en vidas precedentes. Pero como son obstáculos en el
camino del conocimiento último (Parmatha), podemos decir que son los resultados
de malas acciones. Aquél que se glorifica de sus posesiones, también es él
mismo poseído y entonces le es imposible alcanzar el camino del conocimiento.
Al contrario, tomemos un hombre que no tiene un duro en su
bolsillo, ni mujer, ni posición social y es tan pobre que mendiga para
alimentarse. No tiene ningún lazo con su comunidad, su familia, ni sus amigos.
Desprovisto de todo y considerado por todos como un pecador, este hombre puede
ser más digno de recibir el Conocimiento del Sí, ya que ignora lo que es el
orgullo. En efecto, está mucho más dispuesto a escuchar al Maestro que aquél
que se preocupa mucho más de las adulaciones y no tiene tiempo de escuchar los
consejos del Maestro.
Todos los seres humanos están encadenados desde su
nacimiento, además se han creado cadenas artificiales bajo la forma del
bienestar material debido al progreso. Para vivir en sociedad deben de
doblegarse a las tradiciones, a las convecciones sociales y a las reglas del
país. Numerosos son los que creen que cada vez tienen más libertad, mientras
que no hacen más que seguir modas. Quien no bebe té o no se afeita todos los
días es considerado como un palurdo. El hombre que se hunde en la servidumbre
de la sociedad, aceptando ciegamente sus prejuicios, no hace sino alienarse más
y acrecentar su orgullo por las cosas sin interés. Si quiere liberarse de las
ataduras, deberá rechazar completamente este orgullo, a riesgo de ser tratado
como un loco por los bien-pensantes.
La única meta del buscador es la de aniquilar su orgullo y
su identificación con el cuerpo. Si esta tarea le parece demasiado ardua o si
no está preparado a renunciar a su vida en el mundo, puede comenzar por la
renuncia interior, lo que significa la renunciación gracias a la reflexión.
Cuando esta se establece, la renunciación exterior se vuelve posible poco a
poco. Por ejemplo, le cuesta poco a quién tiene la costumbre de herir a los
demás con palabras, el no decir más que cosas amables y aquél que miente
inútilmente, debería reservar sus mentiras únicamente para los casos en que
estas permitieran evitar catástrofes. El hombre tampoco debería envidiar la
prosperidad de su vecino. ¿Tan difícil es tomar esta decisión? Cuando se
renuncia a las malas inclinaciones, se adquiere la fuerza de renunciar también
a las cosas exteriores.
El mundo es como un sueño y en este mundo de sueños, el bien
o el mal, la piedad (dharma)[4] o la impiedad (adharma), mérito o desmérito no
tienen importancia para despertar al Sí. Por tanto es necesario renunciar a lo
que es bueno como a lo que es malo para alcanzar el conocimiento del Sí. Sin
embargo, aunque lo que acabamos de decir sea cierto, los hombres siempre tienen
dificultades para deshacerse del dominio del orgullo. Poco importa cuántas
veces se les repita el precepto “¡Renuncia, renuncia!”, el orgullo no
disminuirá por ello, pero si se descubre la causa de este orgullo y si esta
puede ser suprimida, la renuncia se conseguirá automáticamente.
La principal causa
por la que se enorgullece de alguna cosa es porque considera esta cosa como que
es verdad. Si se está convencido intelectualmente de la inutilidad de un objeto
o si se comprende que es un señuelo, la realidad del objeto desaparece y
entonces se vuelve posible desapegar su corazón de este objeto. Una imitación
del tamarindo no da el verdadero fruto del tamarindo, no es más que un objeto
del bosque, pero mientras que el hombre no ejercite su espíritu de
discriminación, la vista del tamarindo silvestre le hará salivar pues está
convencido que tiene el fruto verdadero. ¡Sin embargo, cuando sabe que es un
tamarindo silvestre, aprecia el aspecto estético sin salivar! Esta actitud se
llama desapego.
Todo esto, nos conduce a la conclusión de que la razón del
desapego hacia una cosa es el resultado de la comprensión de la verdadera
naturaleza de esa cosa. Hasta que la futilidad de este mundo no esté impresa en
el mental del hombre de forma definitiva, es difícil alcanzar el Conocimiento
del Sí. Mientras no se dé cuenta de la falsa naturaleza de una cosa, no
aspirará a algo verdadero. No se puede renunciar a lo que es falso, mientras el
intelecto lo considere absolutamente verdadero.
El día en que el conocimiento deformado del mundo es
aniquilado por la gracia del Maestro, el hombre comprende que todo no es más
que apariencia. Después de esta transformación, podrá ver y apreciar el mundo
como si fuera un film o una fuente de diversión, pero el desapego que ha
alcanzado permanecerá. El desapego sin el conocimiento del Si es una
experiencia estéril. Sin conocimiento del Sí, no puede haber verdadera renuncia
y sin renuncia, no puede haber conocimiento del Sí, es una paradoja. Los Sabios
nos han propuesto varios métodos para salir de esta espiral: el camino de la
devoción al Maestro, a Dios, los salmos, los peregrinajes, la caridad. También
han sugerido a la humanidad un gran número de obligaciones.
La naturaleza humana es de tal manera que, si el hombre es
desposeído de alguna cosa, sufre intensamente, y hará todo lo posible por
recuperar lo que ha perdido, pero si escoge libremente separarse de esta cosa,
su sacrificio le otorga un inmenso gozo. El hombre que bajo coacción rechaza
gastarse un céntimo, se gastará miles para alimentar las multitudes en
Pandharpur (lugar santo de Maharashtra), si así lo ha decidido. Aquél cuyo
orgullo impide doblegarse ante la voluntad de los demás, puede someterse totalmente
a un ser más humilde, después de haber estado en compañía de santos o de haber
entonado cantos devocionales. Olvida el orgullo de su casta o de su posición
social. Un Rao Saheb (grado honorífico del estado), que tenía vergüenza de
ponerse pasta de sándalo en su frente (ritual religioso), ahora se deja
embadurnar toda la cara de Buka (un polvo negro), que simboliza el abandono de
su máscara, así ensombrece el rostro del orgullo. Este mismo, para quien cantar
y bailar eran obscenos, se olvida totalmente y gira de gozo como un torbellino
aclamando el nombre de Dios. Sabiendo que es así como el hombre sacrifica su
orgullo, los santos han instaurado la práctica cotidiana de Bhajans (cantos de
devoción) y de Pujas (rituales). Y de esta manera han indicado un camino
progresivo hacia el Conocimiento del Sí, que muestra al hombre hasta qué punto
es fácil renunciar y cómo el mental puede ser purificado de todo orgullo.
El Conocimiento del Si significa el conocimiento de uno
mismo, y cuando hemos comprendido quienes somos, la discriminación entre lo
permanente y lo transitorio se hace automáticamente. La renuncia a lo
transitorio y la aceptación de lo que es permanente resulta natural. El miedo a
la decepción es inevitable debido a la naturaleza transitoria de las cosas. El
hombre dominado por el miedo a la muerte se esfuerza continuamente en conservar
lo que tiene, hace todo lo posible por guardar su dinero, por conservar la
juventud y la belleza de su mujer y lucha por mantener su posición social, pero
nada ocurre según sus deseos, pues todo muere. Nadie puede escapar a su destino
y cada uno, un día u otro, será triturado por él, incluso los Dioses como
Brahma[5] no están liberados del miedo a la muerte.
Si se le diera todo al hombre atormentado por la muerte,
¿Suprimiría eso su miedo? Él debe de encontrar lo que le libere definitivamente
del miedo, el tesoro del “no-temor”. Este mendigo ha perdido el tesoro de su Sí
y canta continuamente: “yo soy el cuerpo, yo soy el cuerpo”; nunca satisfecho
repite: “yo quiero esto, yo quiero aquello”, anda errante de aquí para allá,
siempre buscando alguna cosa. Dominado por el miedo, no piensa más que una sola
cosa: “¿Qué me va a suceder? ¿Qué le ocurrirá a mi mujer, a mis hijos, a mi
dinero y a todo lo que me pertenece?”. Nunca está en paz. Solo el Maestro podrá
concederle el más noble de todo los dones, el “no-temor”, ni los reyes ni los
Dioses pueden darle eso pues, aunque todas las riquezas del mundo estén a sus
pies, el emperador vive con el temor al enemigo. El mismo Señor Indra está
atormentado día y noche por la idea de que su posición podría ser trastornada
por los Sabios que siguen la vía de la austeridad y de la penitencia.
Meditar esto profundamente: ¿Cómo podrían liberar a los
demás aquellos que no están liberados del miedo? Solo los sabios que, centrados
en el Sí, han desarraigado el miedo de las profundidades de su ser, destruyendo
así la identificación con el cuerpo, son capaces de transmitir esta cualidad de
“no-temor”, de quietud. Todos los demás, ya sean dioses, demonios u hombres, no
son más que pobres mendigos. Ellos nunca tendrán este don de la quietud hasta
que no se refugien en el Maestro espiritual. Los Dioses mantienen el orgullo de
su riqueza divina y los demonios el de su riqueza perversa, el ser humano es
aplastado por su propio tormento. Los Dioses como los coolis (porteadores),
llevan el fardo de los tormentos de los demás sobre sus cabezas. ¿Qué se puede decir
del ser humano? Solo el Maestro tiende la mano para liberar al hombre de su
fardo y concederle la joya de la quietud, el estado de no-temor.
De todos los conocimientos, el conocimiento del Sí es el más
noble; de todos los dharmas[6], leyes del mundo, el swadharma (ley del Ser) es
la más noble. Los Sabios difunden el conocimiento del Si entre los hombres y
enseñan el sentido de swadharma.
En este mundo podemos estudiar toda clase de ciencias y de
artes, pero estos conocimientos son vanos, los sabios rehusan conocerlos y se consagran a enseñar el conocimiento del
Si, que es el único verdadero conocimiento.
Muchos misioneros rivalizan unos con otros y declaran que su
religión es la más noble y que las otras conducen al hombre a la perdición. No
contentos con dar consejos, piensan cumplir con su deber sagrado de convertir a
los hombres, utilizando, si es necesario, la corrupción o las amenazas de los
peores males. Es lo que aún hoy se puede observar. Esta estafa religiosa,
coactiva y tiránica, no tiene por meta el bienestar de los hombres.
El Santo Ramdas decía: “Si existe una religión en el mundo,
que sea verdaderamente noble, es la del swadharma, es decir la ley de nuestra
propia naturaleza”. Swadharma significa residir en su propia naturaleza sea
cual sea la condición del hombre, su casta, su religión o su país. Para
comprender el swadharma, es necesario darse cuenta de que esta naturaleza del
Si es inherente a todas las formas de vida, ya se trate de una hormiga o de un
hombre.
Solo esto es swadharma, y los otros cultos que se presentan
como religiones son paradharma, es decir, religiones de lo que no es “el Sí”.
Estas religiones han establecido reglas y métodos que son extraños a nuestra
naturaleza real. De esta forma es como definimos swadharma y paradharma. Pero
si admitimos el sentido corriente de swadharma puede producir absurdos.
Tomemos, por ejemplo, el caso de una prostituta que cree seguir su propia
naturaleza ejerciendo su oficio. Ella enseñará la misma vía a su hija, que
tendrá la misma convicción de seguir su propia naturaleza. ¿Quién sabe si, un
día, alguien amante de las mujeres no incluirá la vida de esta mujer en un
libro sobre la vida de los santos?
El Señor nos ha aconsejado en la Bhagavad Gita: “es
preferible morir dentro de swadharma antes de seguir la vía extraña al Sí,
llena de peligros”. La erradicación de la identificación al cuerpo es el signo
del conocimiento del Sí y los Sabios experimentan esta clase de muerte mientras
que aún están en vida. Es esta muerte la que se debe de buscar. “He visto mi
propia muerte, ¿Cómo puedo describir este suceso que es único?” dice Toukaram.
¿Cómo podrá el tibio, que vive en paradharma y que para él todo acaba con la
muerte del cuerpo, comprender este proceso de muerte, mientras que aún se está
en vida? El desdichado piensa en la muerte solo en términos de pira, bambúes o
sarcófagos, según los ritos que correspondan a su religión. Estos dharmas,
sólidamente fundados en la identificación con el cuerpo, contienen el deseo de
paraíso y el miedo al infierno, las nociones de mérito y de pecado, de
esclavitud y de liberación.
Todo ser humano tiene derecho a seguir el swadharma, su
propia naturaleza, donde no existe ni la atracción por los placeres divinos ni
el miedo al dolor del purgatorio, y donde la alienación y la liberación no
tiene ningún sentido. Estas pseudo religiones resplandecen y se extienden
gracias a la novedad, pero la dolorosa máxima sigue estando ahí: “Todo lo que
nace debe de morir”. ¡Estas pseudo religiones desaparecerán en su momento y
solo la gloria y la victoria de swadharma brillarán!
El Señor Krishna dio este consejo a Arjuna: “Abandona toda
religión y toma refugio en mí. Las religiones son un obstáculo en el camino que
lleva a mí, toma refugio en Paramatma, la vía del Sí, que es el verdadero
Conocimiento. Tendrás plenitud cuando me hayas alcanzado, y ya nada quedará por
hacer. Todo el karma[7], ¡oh hijo de Prutha! se disolverá en el conocimiento
del Sí”. Con el pretexto de guiar a Arjuna, el Señor Krishna ha enseñado esto a
todos los hombres, y aceptando sus palabras, ellas se cumplirán.
Nada en el mundo es más importante que el conocimiento del
Sí, ninguna otra actividad ni ninguna otra tarea tiene sentido. Eso no quiere
decir que las otras clases de conocimientos o actividades, fuera del
conocimiento del Sí, sean inútiles, ineficaces y sin valor, simplemente ellas
no son ninguna ayuda para la realización del Sí. Realizando sacrificios es
posible obtener resultados, ganar el paraíso o tener un hijo, por ejemplo;
igualmente se puede apaciguar a las divinidades venerándolas. El estudio de las
Escrituras sagradas también permite adquirir competencias. Todas estas acciones
son consideradas como meritorias en este mundo práctico, pero ellas no dejan de
ser obstáculos por eso, hasta que el Si no se abra en el hombre y difunda Su
Gracia. Las cualidades, consideradas como las mejores en este mundo, se
muestran como impedimentos y los remedios como trabas. Los Sabios son muy
conscientes de eso y no les conceden ninguna atención, aunque ellos puedan
conquistar los tres mundos[8]. Para ellos, la posición del Señor Indra,
dominado por la codicia, no vale mucho más, que el excremento de un cuervo.
Los Sabios no alimentan en su corazón más que un solo deseo,
el de realizar la unidad con Brahman. Sin embargo su estado es el de
“no-deseo”. Estos seres afortunados son
uno con el Brahman, cuando su conciencia se separa del cuerpo. Cuando un hombre
ordinario muere su cuerpo es considerado como un cadáver, pero cuando se trata
de un Sabio, su cuerpo es digno de recibir la adoración de los hombres.
Numerosos son los templos levantados sobre sus tumbas. Se vuelven inmortales en
la memoria de los hombres siendo el objeto de devoción y de veneración del
mundo entero.
Ram, Krishna,
Siddharta, Hanuman, Malhari, Jagadamba, también eran Maestros y durante su vida
se consagraron a difundir el conocimiento. Llegaron a ser dioses cuando dejaron
su cuerpo. Todos los templos de la tierra pertenecen a estos dioses que
escuchan los anhelos de los adeptos pues los elevan a su nivel y los conducen a
la realización. Numerosos son los que piensan encontrar al Dios que veneran
cuando tienen una visión, y creen que por esta visión, Él les conduce a la
realización. Pero Dios no está limitado a un solo punto, a un solo lugar como
imaginan los discípulos. Mora en el corazón del discípulo, como en todos los
corazones y les inspira el camino. Sería falso creer que después de dejar su
cuerpo, el Sabio sale de su santuario, se endosa su envoltura corporal y
realiza el trabajo de su discípulo. Cuando queremos enviar diez rupias a
alguien que vive en Puna, debemos dar un billete de diez rupias en correos de
Sholapur y algunos días más tarde, tenemos la confirmación de que nuestro
destinatario ha recibido esa suma. ¿Os preocuparíais por saber si la persona ha
recibido el mismo billete que habíais dado en correos? Esta pregunta no os la
planteáis porque lo que os preocupa es el valor del billete y no su número.
Simplemente queréis que la persona reciba su dinero. De la misma manera, estos
Sabios, que se han vuelto dioses, inspiran al discípulo a través de los que
están en vida y tienen la misma radiación. Es así como conceden los anhelos a
sus discípulos.
Existe en el mundo, una multitud de artes y de ciencias y
numerosos eruditos y celebridades, que durante su vida son admirados por sus
descubrimientos y sus aventuras respectivas. Son honrados y cubiertos de
elogios, y los hombres manifiestan su admiración por ellos poniéndolos por las
nubes, pero aquél que ha sido objeto de la adoración del pueblo pronto se
vuelve objeto de censura. Los que han sido honrados como héroes no tardan en
verse rechazados, hasta condenados. Está claro que la grandeza de estos hombres
es artificial y pasajera porque se fundamenta en un conocimiento transitorio y
no sobre la paz sagrada, eterna que acompaña al conocimiento del Sí. Ella
reposa sobre conocimientos pragmáticos, políticos o científicos. En política
los colores cambian, en las ciencias físicas los conocimientos evolucionan al
ritmo de los descubrimientos, y aquél a quién se admiraba antes, hoy es
ignorado, cuando otro ya brilla en el horizonte.
Una obra realizada por cualquier otra enseñanza diferente al
conocimiento del Si es efímera y toma pronto una dirección contraria, llevando
a los hombres experiencias dulces y amargas, honor y deshonor. No es extraño
que nadie piense más en estos grandes hombres después de su muerte.
De todos los conocimientos(Vidyas), el conocimiento del Sí
(Atmâ Vidya) es el único que da la paz verdadera. Un santo dijo un día: “¿De
qué sirven estas enseñanzas si no traen la paz al espíritu?”. Hoy en día
existen numerosos tipos de enseñanzas en el mundo. ¿Por qué esta
proliferación? Porque nadie ha
encontrado aún la paz del espíritu. La lucha no se detiene nunca, el mental se
agita sin descanso. Todas estas artes y todas estas ciencias se basan en la
ignorancia y su única utilidad es la de hacer crecer la agitación mental. No
existe ninguna relación de causa y efecto entre el estudio y la serenidad. El
gemólogo que evalúa las piedras preciosas, el científico o el artista que
examina el mundo, han perdido el gozo de la paz del espíritu, porque ellos no
pueden examinarse a sí mismos.
¿Por qué aquél que no ha buscado en su propia morada busca
en otro lado lo que ha perdido en su casa? El hombre que afirma de manera
perentoria: “Fulano es esto, mengano es
aquello”, él mismo no sabe quién es él, y la angustia es su lote
cotidiano. ¿De qué sirve ver al otro si
no se ve a sí mismo?
[1] Preferimos hablar del “Si” cuando nos referimos al
término sánscrito “Atman”, el supremo Absoluto, la identidad de todo, traducido
al inglés por “Self”. Pensamos que su significado es más apropiado que la de
“Ser” ya que la identidad de todos está por encima del ser y del no-ser y de
todos los contrarios.
[2] Método de la escuela Montessori.
[3] Parabrahman es el Absoluto, sin cualidades ni atributos,
fuera de todo concepto. Ultima Realidad de todo.
[4] Dharma es el orden o la ley natural. Deber moral, social
i espiritual. Conducta armoniosa. Adharma es lo contrario.
[5] Brahma primer Dios de la Trimurthi hindú, es el Dios
personal creador del universo, que contiene todas virtudes y cualidades y es el
motor Salvador del mundo. No hay que confundir con Brahman o Parabrahman, el
supremo Absoluto sin forma también llamado Nirguna Brahman(sin atributos).
Brahma es llamado Saguna Brahman (con atributos).
[6] Dharma, ley u orden natural, deber moral, social y
espiritual que armoniza al individuo con el todo.
[7] Karma es la Ley de justicia divina. Es la ley de causa y
efecto, de compensación de toda acción. Toda acción deja una huella en el
siquismo con la profundidad de la intención del acto, esta huella atraerá una
acción que experimentará el individuo equivalente a la acción que ha producido
dicha huella.
[8] Los tres mundos: mundo físico, mundo síquico y mundo
celeste.