MODO DE FORTALECER EL PODER DEL PENSAMIENTO DE ANNIE BESANT







Podemos proceder ahora a dirigir nuestro estudio del Poder del Pensamiento a la cuestión de la práctica, pues el estudio que no conduce a la práctica es estéril. La antigua declaración siempre es verdadera: "El fin de la filosofía es poner término al dolor". Tenemos que aprender a desarrollar y después a usar nuestro poder del pensamiento para ayudar a los que nos rodean, los vivos y los llamados muertos, para apresurar la evolución humana, así como también nuestro propio progreso. 

El poder del pensamiento sólo puede aumentarse por la práctica firme y persistente; tan literal y verdaderamente como el desarrollo muscular depende del ejercicio de los músculos que ya poseemos, así el desarrollo mental depende del ejercicio de la mente que ya es nuestra. Es una ley de la vida que el desarrollo resulte del ejercicio. 

La vida, nuestro Yo, está siempre buscando una mayor expresión externa por medio de la forma que la contiene. A medida que es llamada afuera por medio del ejercicio, su presión sobre la forma hace que ésta se ensanche, y nueva materia es aportada a la forma, y de este modo una parte de la expansión se hace permanente. Cuando el músculo se alarga por el ejercicio, más vida fluye a él, las células se multiplican y el músculo se desarrolla de este modo. 

Cuando el cuerpo mental vibra bajo la acción del pensamiento, se le añade nueva materia de la atmósfera mental, la cual se asimila, aumentando así en tamaño y complejidad de estructura. Un cuerpo mental constantemente ejercitado crece, ya sean buenos o malos pensamientos en que se ejercite. La cantidad de pensamiento determina el desarrollo del cuerpo mental, la clase de pensamiento determina la clase de materia que se emplea en ese desarrollo. 

Ahora bien: las células de la materia gris del cerebro físico se multiplican a medida que el cerebro se ejercita pensando. Exámenes post mortem han demostrado que el cerebro del pensador, no sólo es más grande y más pesado que el cerebro del patán, sino también que tiene un número mucho mayor de circunvoluciones. Estas proporcionan un gran aumento de superficie a la materia gris, la cual es el instrumento inmediato físico del pensamiento. De este modo el cuerpo mental y el cerebro físico se desarrollan por medio del ejercicio, y los que quieran mejorarlos y agrandarlos, tienen que recurrir al pensar regular diario, con el propósito deliberado de mejorar sus capacidades mentales. Es innecesario añadir que los poderes inherentes al Conocedor se desarrollan también más rápidamente con este ejercicio, y funcionan sobre los vehículos con fuerza creciente. A fin de que pueda surtir todo su efecto, esta práctica debe ser metódica. 

Que un hombre escoja un libro valioso sobre algún asunto que le sea atractivo, un libro escrito por un autor competente, que contenga pensamientos nuevos y vigorosos. Debe leerse lentamente una sentencia o unas pocas, y luego el lector debe pensar con intensidad y fijeza sobre lo que ha leído. Es una buena regla el pensar dos veces mientras se lee, pues el objeto de leer no es simplemente adquirir nuevas ideas, sino el fortalecer las facultades pensantes. Si es posible, debe dedicarse media hora a esta práctica; pero el estudiante puede principiar con un cuarto de hora, porque en un principio encontraría algo fatigosa la fijeza de la atención. Toda persona que principie esta práctica y la continúe con regularidad durante algunos meses, al fin de este tiempo estará consciente de un desarrollo bien claro de la fuerza mental, y verá que puede tratar los problemas ordinarios de la vida de un modo mucho más efectivo que antes.

 La Naturaleza es una dueña muy justa en sus pagos, y da a cada cual exactamente el salario que se ha ganado, pero ni un céntimo que no haya merecido. Los que quieran tener el salario de la facultad aumentada tienen que ganarlo pensando mucho. La obra es doble, como ya se ha dicho. De un lado los poderes de la Conciencia salen afuera; de otro, las formas, por medio de las cuales se expresa aquélla, son desarrolladas, y la primera no debe nunca olvidarse. Mucha gente reconoce el valor del pensar definido en lo que afecta el cerebro, pero olvidan que la fuente de todo es el Yo inmortal no nacido, y que ellos no hacen más que exteriorizar lo que ya poseen. Dentro de ellos ya reside todo poder y sólo tienen que utilizarlo, pues el Yo Divino es la raíz de la vida en cada uno, y ese aspecto del Yo que es conocimiento, existe en cada cual y está siempre buscando la ocasión para expresarse todo entero. 

El poder está en cada uno increado, eterno; la forma se moldea y se cambia, pero la vida es el yo del hombre, ilimitado en sus poderes. Ese poder que en todos reside, es el mismo poder que formó el Universo; es divino, no humano; es una parte de la vida del Logos e inseparable de Él. Si esto se comprendiese bien, y si el estudiante tuviese presente que no es falta de poder, sino lo inadecuado del instrumento, lo que constituye la dificultad, trabajaría muchas veces con más ánimo y esperanza, y, por tanto, con más eficacia. Debe llegar a sentir que su naturaleza esencial es conocimiento, y que de él depende que esta naturaleza esencial encuentre expresión en esta encarnación. Esta expresión está ciertamente limitada por los pensamientos del pasado; pero puede ser aumentada ahora y hecha más eficaz por el mismo poder que en ese pasado moldeó el presente. Las formas son plásticas y se prestan a ser moldeadas de nuevo aunque lentamente, por medio de las vibraciones de la vida. 

Sobre todo el estudiante debe tener presente que para un desarrollo firme es esencial la regularidad de la práctica. Cuando se omite un día de práctica, son necesarios tres o cuatro para volver a ganar lo que se pierde en aquél, cosa que sucede, por lo menos, en los primeros grados del desarrollo. Una vez adquirido el hábito de pensar con fijeza, entonces la regularidad de la práctica es menos importante. Pero hasta que este hábito no se haya establecido de un modo definitivo, la regularidad es de capital importancia, porque la costumbre antigua del pensar vago vuelve a afirmarse, y la materia del cuerpo mental vuelve a asumir sus antiguas formas, las cuales tienen que volver a desecharse cuando de nuevo se vuelve a principiar la interrumpida práctica. Es mejor cinco minutos de trabajo hecho con regularidad, que media hora unos días y nada en otros.


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